Cuenta la leyenda que las personas que mantenían sus almas puras y se alejaban de las garras de la injusticia, al morir merecían habitar las estancias de dicha eterna, los Campos Elíseos. En este recinto de dicha eterna yacían plácidamente recompensados por sus buenas acciones y él que lo quería podía gozar de la oportunidad de beber del río de Mnemósine. Al libar de sus aguas tortuosas se podía recordar los hechos del pasado como mortal. Sin embargo, la suerte de los no bienaventurados era muy distinta. Alejados de las estancias de la primavera perpetua, vagaban por las distintos niveles del Hades condenados a sufrir por los errores de su juventud. Todos sin excepción habían de beber de las claras aguas del río Lete. Los recuerdos de la vida terrenal eran borrados en su totalidad.
Los vicios son siempre muy malos debido a un concepto bastante simple: los excesos siempre son malos. El alquimista Paracelso los describe de una manera bastante clara "Todo es veneno, nada es veneno. La dosis hace el veneno". En una etapa tan importante como lo representa la adolescencia, poseer el máximo potencial de desarrollo es considerado lo más deseable. Un organismo que alcanza la totalidad de su capacidad según le fue dotada por la naturaleza de sus genes, se encontrará en mejores condiciones para afrontar las vicisitudes de la vida. Una alimentación balanceada y suficiente, dosis de actividad física saludable y buenos hábitos; conformarán la combinación ideal para un adulto sano (o lo más sano posible en nuestro planeta cada vez más contaminado y derruido).
Cualquier sustancia tóxica en esta etapa vital del desarrollo humano simbolizará un traspiés en el crecimiento, y es bien sabido que en la adolescencia los cerebros humanos están en el punto critico de su consolidación. Mentes que se organizan rápidamente en un futuro adulto. Un adulto que posiblemente disfrute cada fin de semana de la sana recreación con amigos o familia. Un adulto responsable que ingerirá bebidas espirituosas compuestas con grandes cantidades de etanol. Todo con moderación, ¿verdad?
Sin embargo, los adolescentes con menos control sobre sus impulsos generalmente le entran duro a la beberecua. En dosis que sonrojarían al parroquiano más veterano. Cantidades que representan algo más que dolores de cabeza matutinos en la mañana siguiente. Al cerebro de un adolescente le pasa algo mucho más serio. La región encargada del control de la memoria y del aprendizaje se ve severamente deteriorada.
Aunque a la tierna edad de 18 años en muchos países una persona es considerada un adulto con pleno gozo de sus derechos cívicos, la naturaleza dice algo totalmente contrario. Los cerebros siguen en continuo desarrollo afectados por las exposición repetida de etanol consumido en bebidas alcohólicas. Las funciones congnitivas se ven dañadas de manera permanente, convirtiéndote en un verdadero tonto de por vida. El pobre hipocampo, que nada debe y teme, no puede formar las nuevas conexiones neuronales tan necesarias que se forman de manera tan pronunciada en esta etapa.
El cerebro cambia en tal grado que, con riesgo de sonar un poco romántico, se convierte en un "forever young". La mente de un adulto que le resulta complicado asumir responsabilidades y reprimir impulsos primarios. Patrones que son ampliamente vistos en personas que tienen problemas de alcoholismo.
Nada con exceso. Todo con moderación. Sabias palabras que invitan a todos los chicos alocados a bajarle un poco ( o mucho) al cotorreo etílico.
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