La pasada y tal vez ya olvidada crisis mundial que se relaciono al virus
de la influenza H1N1 sirvió para ejemplificar ciertas situaciones que
no son valoradas adecuadamente por las multitudes.
Hace algunos ayeres en el siglo pasado era común que los pequeños recibieran como parte de su educación básica aspectos generales de higiene.
Desde la importancia de saber lavarse correctamente las manos, como evitar la transmisión de múltiples parásitos hasta normas sencillas de urbanidad. Y cuando me refiero a normas de urbanidad me refiero a taparse "la trompa" cada vez que uno estornuda o tose.
La histeria colectiva que surgió en la población solo mostró un gran desconocimiento sobre aspectos fundamentales de biología, química y ciencias de la salud.
"Tapate la boca y/o nariz cuando estornudes con un pañuelo o en su defecto con el brazo", "usa cubrebocas", "lavate las manos y no seas cochino" y otras cosas por el estilo. Lo increíble de todo ello resulta en que estas medidas deben ser parte de las actividades y costumbres personales que se deben llevar día a día, exista o no pandemias que amenacen el mundo.
La población altamente desinformada y peor aún medios de comunicación que distorsionan la realidad o que cuentan las cosas a medias (con sus super reportajes de copy-paste), revelaron una deficiencia en la cultura de las personas.
Pasada la gran trifulca biológica todo regreso a cierta normalidad, lo que significa que todos nuevamente descuidaron los hábitos de higiene personales (como si no conviviéramos con otras afecciones infecto-contagiosas).
Personas en la calle estornudando encima de los demás, ricos tacos de pollo y fritangas varias preparadas con manos sin asear, desperdicios de materiales biológicos (heces, sangre, mocos y otras secreciones) en todas partes desechadas sin el menor remordimiento, etc.
Tal vez algunos pensaran "no hay problema" o "no pasa nada"; eso solo refleja egoísmo y una total falta de respeto a todas las creaturas que nos rodean.
Para ejemplificar les relato la ciertamente notable historia de un individuo con infección bacteriana en la garganta (posiblemente un estreptococo) que tosía con gran alegría encima de todas las personas que tenían la desdicha de estar a su lado. Al hacerle notar que cuidara sus modales (obviamente representaba una fuente de infección) con total gracia mencionaba que no había problema ya que estaba tomando medicamento para el caso...ORALE...todo un ciudadano ejemplar.
¿O que dicen de aquellas personas que en el mismo lugar donde lavan los trastes que usan para cocinar?, también es el lugar donde se lavan los trapos que limpian los baños donde los comensales siguen el llamado de la naturaleza. Si les preguntan o hacen ver a estos individuos su error y posible causa de una toxinfección alimentaria no tendrán ni la más mínima idea de que eso sea malo o peor aún "le echamos mucho cloro y con eso ya esta...el cloro mata todos los bichos". No pues sí, estamos hasta la coronilla de desinformación. Múltiples parásitos y otros organismos son resistentes al hipoclorito de sodio (popular desinfectante conocido vulgarmente como cloro), y que decir de las formas de resistencia que poseen protozoarios y bacterias (quistes y esporas) que resisten los efectos de tan singular aliado de la limpieza.
Hace algunos ayeres en el siglo pasado era común que los pequeños recibieran como parte de su educación básica aspectos generales de higiene.
Desde la importancia de saber lavarse correctamente las manos, como evitar la transmisión de múltiples parásitos hasta normas sencillas de urbanidad. Y cuando me refiero a normas de urbanidad me refiero a taparse "la trompa" cada vez que uno estornuda o tose.
La histeria colectiva que surgió en la población solo mostró un gran desconocimiento sobre aspectos fundamentales de biología, química y ciencias de la salud.
"Tapate la boca y/o nariz cuando estornudes con un pañuelo o en su defecto con el brazo", "usa cubrebocas", "lavate las manos y no seas cochino" y otras cosas por el estilo. Lo increíble de todo ello resulta en que estas medidas deben ser parte de las actividades y costumbres personales que se deben llevar día a día, exista o no pandemias que amenacen el mundo.
La población altamente desinformada y peor aún medios de comunicación que distorsionan la realidad o que cuentan las cosas a medias (con sus super reportajes de copy-paste), revelaron una deficiencia en la cultura de las personas.
Pasada la gran trifulca biológica todo regreso a cierta normalidad, lo que significa que todos nuevamente descuidaron los hábitos de higiene personales (como si no conviviéramos con otras afecciones infecto-contagiosas).
Personas en la calle estornudando encima de los demás, ricos tacos de pollo y fritangas varias preparadas con manos sin asear, desperdicios de materiales biológicos (heces, sangre, mocos y otras secreciones) en todas partes desechadas sin el menor remordimiento, etc.
Tal vez algunos pensaran "no hay problema" o "no pasa nada"; eso solo refleja egoísmo y una total falta de respeto a todas las creaturas que nos rodean.
Para ejemplificar les relato la ciertamente notable historia de un individuo con infección bacteriana en la garganta (posiblemente un estreptococo) que tosía con gran alegría encima de todas las personas que tenían la desdicha de estar a su lado. Al hacerle notar que cuidara sus modales (obviamente representaba una fuente de infección) con total gracia mencionaba que no había problema ya que estaba tomando medicamento para el caso...ORALE...todo un ciudadano ejemplar.
¿O que dicen de aquellas personas que en el mismo lugar donde lavan los trastes que usan para cocinar?, también es el lugar donde se lavan los trapos que limpian los baños donde los comensales siguen el llamado de la naturaleza. Si les preguntan o hacen ver a estos individuos su error y posible causa de una toxinfección alimentaria no tendrán ni la más mínima idea de que eso sea malo o peor aún "le echamos mucho cloro y con eso ya esta...el cloro mata todos los bichos". No pues sí, estamos hasta la coronilla de desinformación. Múltiples parásitos y otros organismos son resistentes al hipoclorito de sodio (popular desinfectante conocido vulgarmente como cloro), y que decir de las formas de resistencia que poseen protozoarios y bacterias (quistes y esporas) que resisten los efectos de tan singular aliado de la limpieza.
Ningún producto de limpieza sustituye los buenos hábitos de higiene.
Entonces no solo es cuestión de pensar en nosotros como individuos, si no también en nosotros como parte de un todo, en pensar en las personas que me rodean y que me topare en la calle, en el lugar de trabajo, estudio y esparcimiento.
Es preocupante que en países del primer mundo enfermedades que se transmiten a través de los alimentos sean reportadas en una muy pequeñísima proporción y muchas de ellas consideradas raras en comparación con el tercer mundo (o traducido al tecnicolor países en vías del desarrollo).
Mitos absurdos como el limón es buen desinfectante o comer mariscos "cocidos" bajo el efecto del limón que los rostiza mágicamente son dogmas de fe entre la población. El efecto que aparenta cocer los deliciosos productos del mar se debe a que la acidez propia del limón desnaturaliza las proteínas del alimento (altera la forma de las proteínas) con lo que aparentan estar cocidas. Pero los microorganismos en ellos con una alta probabilidad de que sean patógenos (que producen enfermedad) están muy felices y contentos; nada de esas practicas sustituye un buen tratamiento térmico.
En muchos de estos países las enfermedades gastrointestinales ocupan los primeros lugares en morbilidad. Es tomada con naturalidad las terribles infecciones fruto de comer alimentos en mal estado o preparados en pésimas condiciones de higiene, cuando no debería se así, todo ello es perfectamente evitable siguiendo acciones sencillas. Todo lo anterior solo demuestra la falta de respeto a la salud del prójimo por parte de muchas personas, dirán "yo no como de las porquerías que preparo".
Así que ya saben la higiene personal y colectiva es asunto de todos y es una gran inversión para nuestra salud como la de nuestros seres queridos.
Entonces no solo es cuestión de pensar en nosotros como individuos, si no también en nosotros como parte de un todo, en pensar en las personas que me rodean y que me topare en la calle, en el lugar de trabajo, estudio y esparcimiento.
Es preocupante que en países del primer mundo enfermedades que se transmiten a través de los alimentos sean reportadas en una muy pequeñísima proporción y muchas de ellas consideradas raras en comparación con el tercer mundo (o traducido al tecnicolor países en vías del desarrollo).
Mitos absurdos como el limón es buen desinfectante o comer mariscos "cocidos" bajo el efecto del limón que los rostiza mágicamente son dogmas de fe entre la población. El efecto que aparenta cocer los deliciosos productos del mar se debe a que la acidez propia del limón desnaturaliza las proteínas del alimento (altera la forma de las proteínas) con lo que aparentan estar cocidas. Pero los microorganismos en ellos con una alta probabilidad de que sean patógenos (que producen enfermedad) están muy felices y contentos; nada de esas practicas sustituye un buen tratamiento térmico.
En muchos de estos países las enfermedades gastrointestinales ocupan los primeros lugares en morbilidad. Es tomada con naturalidad las terribles infecciones fruto de comer alimentos en mal estado o preparados en pésimas condiciones de higiene, cuando no debería se así, todo ello es perfectamente evitable siguiendo acciones sencillas. Todo lo anterior solo demuestra la falta de respeto a la salud del prójimo por parte de muchas personas, dirán "yo no como de las porquerías que preparo".
Así que ya saben la higiene personal y colectiva es asunto de todos y es una gran inversión para nuestra salud como la de nuestros seres queridos.
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