"Todo es veneno, nada es sin veneno. La dosis hace al veneno", famoso aforismo que se le atribuye a Theophrastus Phillippus Aureolus Bombastus von Hohenheim, Paracelso para los amigos, un médico con una mente inquieta que también incursiono en la alquimia descubriendo el elemento Zinc en su búsqueda de la piedra filosofal.
Este frase que adjudica la propiedad de ser veneno a cualquier manifestación de la materia en nuestra realidad expone claramente la siguiente idea: Cualquier cosa, cualquier sustancia, cualquier partícula extraña, cualquier objeto, el aire que respiras todos los días, los fluidos que se desechan todos los días, los tacos que comes en la calle, los productos de higiene personal, las pinturas con las que coloreas el lienzo perdido, las fibras naturales de la ropa, los alimentos orgánicos, los alimentos procesados, todo, TODO, COMPLETAMENTE TODO ES VENENOSO ¡TODO EN EL UNIVERSO CONOCIDO!
Apuesto que en algún momento Paracelso sintió el rugir de sus entrañas al pasar largas horas tratando de transmutar plomo en oro. Con el estomago vacío la necesidad de comer una deliciosa porción de carne asada acompañada de grandes porciones de embutidos varios fue una urgencia ¡Algo simplemente delicioso...y excesivo! Casi puedo ver como posterior a una gran "comilona" sintió otro rugido en sus entrañas provocada por una terrible indigestión. Posiblemente, en las primeras horas de la madrugada, cuando se dirigía a descansar después de una jornada ardua sintió retortijones que anunciaban una noche de pesadillas. Cuando las sombras “embutidas” que ensombrecieron su sueño hubieron pasado y la luz de la mañana le anunciara un nuevo día, debió haber pensado en lo dañino de algunas cosas cuando se hace uso de ellas en exceso; aunque también se dio cuenta que de no comer lo que su cuerpo necesitaba no tendría las fuerzas necesarias para continuar con su trabajo. Entonces Teofrasto Paracelso en un momento de iluminación, tuvo una epifanía. El cuerpo requiere la cantidad adecuada de todo lo que esta en el universo para funcionar optimamente. Necesitamos reír, cantar, amar, comer, soñar, dormir abrazar, bailar, comer frutas y verduras, etc, etc, etc; en las dosis precisas, ni más ni menos. Lo que hacía algo venenoso era la cantidad, la dosis. Al sobrepasar esa cantidad el cuerpo simplemente enfermaba (como en su caso) o moría. Me imagino como redactaría su frase inmortal después de tal descubrimiento. Claro son solo conjeturas de lo que pudo haber ocurrido. No soy Paracelso y su piedra filosofal para confirmarlo, pero lo que si es verdad es el postulado anterior que ha servido para el desarrollo de varias ramas de la ciencia como: la nutrición, la química, la toxicología y la medicina; especialmente en la ultima al implementar un tratamiento farmacológico. Los médicos nos expiden una receta con las dosis adecuadas para tratar efectivamente las afecciones. Esos mismos medicamentos que en dosis adecuadas pueden salvarnos la vida, en las dosis incorrectas pueden ser inefectivas o incluso mandarnos a colgar los tenis. Todo depende de la cantidad.
Este frase que adjudica la propiedad de ser veneno a cualquier manifestación de la materia en nuestra realidad expone claramente la siguiente idea: Cualquier cosa, cualquier sustancia, cualquier partícula extraña, cualquier objeto, el aire que respiras todos los días, los fluidos que se desechan todos los días, los tacos que comes en la calle, los productos de higiene personal, las pinturas con las que coloreas el lienzo perdido, las fibras naturales de la ropa, los alimentos orgánicos, los alimentos procesados, todo, TODO, COMPLETAMENTE TODO ES VENENOSO ¡TODO EN EL UNIVERSO CONOCIDO!
Apuesto que en algún momento Paracelso sintió el rugir de sus entrañas al pasar largas horas tratando de transmutar plomo en oro. Con el estomago vacío la necesidad de comer una deliciosa porción de carne asada acompañada de grandes porciones de embutidos varios fue una urgencia ¡Algo simplemente delicioso...y excesivo! Casi puedo ver como posterior a una gran "comilona" sintió otro rugido en sus entrañas provocada por una terrible indigestión. Posiblemente, en las primeras horas de la madrugada, cuando se dirigía a descansar después de una jornada ardua sintió retortijones que anunciaban una noche de pesadillas. Cuando las sombras “embutidas” que ensombrecieron su sueño hubieron pasado y la luz de la mañana le anunciara un nuevo día, debió haber pensado en lo dañino de algunas cosas cuando se hace uso de ellas en exceso; aunque también se dio cuenta que de no comer lo que su cuerpo necesitaba no tendría las fuerzas necesarias para continuar con su trabajo. Entonces Teofrasto Paracelso en un momento de iluminación, tuvo una epifanía. El cuerpo requiere la cantidad adecuada de todo lo que esta en el universo para funcionar optimamente. Necesitamos reír, cantar, amar, comer, soñar, dormir abrazar, bailar, comer frutas y verduras, etc, etc, etc; en las dosis precisas, ni más ni menos. Lo que hacía algo venenoso era la cantidad, la dosis. Al sobrepasar esa cantidad el cuerpo simplemente enfermaba (como en su caso) o moría. Me imagino como redactaría su frase inmortal después de tal descubrimiento. Claro son solo conjeturas de lo que pudo haber ocurrido. No soy Paracelso y su piedra filosofal para confirmarlo, pero lo que si es verdad es el postulado anterior que ha servido para el desarrollo de varias ramas de la ciencia como: la nutrición, la química, la toxicología y la medicina; especialmente en la ultima al implementar un tratamiento farmacológico. Los médicos nos expiden una receta con las dosis adecuadas para tratar efectivamente las afecciones. Esos mismos medicamentos que en dosis adecuadas pueden salvarnos la vida, en las dosis incorrectas pueden ser inefectivas o incluso mandarnos a colgar los tenis. Todo depende de la cantidad.
Lo anterior también ocurre con los alimentos. Si comemos poco no tendremos energía y tendremos desnutrición. Y al contrario, si comemos en exceso nos exponemos a padecer de: sobrepeso, obesidad, dislipidemias, hipertensión y otros padecimientos resultado de una sobreingesta de nutrientes. Todo esta en la dosis de nutrientes adecuada para cada uno. Lo que es vital para existir como el agua (aproximadamente 1.5- 2 L diarios) puede matarnos en la dosis excesiva.
Algunos sustancias tienen una dosis letal (cantidad en la que nos enviá al otro mundo) que los científicos analizan para conocer la seguridad en el uso de todos los compuestos. Usualmente esta cantidad se representa como “Dosis letal media (DL50)” en la cual la mitad de la población de estudio muere. Los valores de DL50 siempre son representados usualmente como mg (o mL en líquidos) por Kg de peso, indicando la vía de administración. No es lo mismo ingerir el compuesto que tocarlo, o respirarlo. Hay sustancias como la sal de mesa que para ser mortales se requeriría comer grandes cantidades de esta pero en cantidades menores sirve para cocinar y dar buen sabor a la comida (los hipertensos saben lo dañino que resulta comerla en exceso), y otras como la toxina botulínica que en dosis ínfimas (que ni siquiera pueden ser vistas a simple vista) ocasionan la muerte.
La OMS ha declarado que las carnes procesadas causan cáncer y las carnes rojas son probables causas de cáncer. Pero ¿a qué se debe tal declaración? ¿qué compuesto presente en la carne induce cáncer? La causa se encuentran en compuestos como las nitrosaminas y los benzopirenos que suelen formarse en productos procesados o sometidos a combustiones incompletas como al asar carne a la parrilla. Lo interesante es que muchos de esos compuestos también pueden formarse en otros alimentos como en el café o en frutos secos. Semillas de cereales o leguminosas pueden contener aflatoxinas (toxinas producidas por algunos hongos) que son sustancias reconocidas como cancerígenas para el humano.
Todas estos compuestos y muchos otros más igualmente peligrosos flotan en el aire que se respira todos los días. Inclusive las concentraciones de estos en el medio ambiente son mayores que los que se encuentran en alimentos. El humo del tabaco es más letal que un trozo de chorizo asado.
Paracelso simplemente nos diría “Todo depende de la dosis” Grandes cantidades de estos alimentos con compuestos potencialmente cancerígenos pueden ocasionar serios problemas, pero consumidos con moderación no deben representar mayor peligro.
En casi todo el mundo los alimentos ocasionan serios malestares ya sea por carencia o consumo excesivo. El remedio a todos estos males es simple y llana moderación. Recordemos que muchos casos de cáncer de colon son provocados por un consumo monótono de alimentos cárnicos sin balancearlos con alimentos de origen vegetal (que contienen fibra que limpia el intestino grueso y antioxidantes que nos ayudan contra radicales libres), aunado a estilos de vida sedentarios (metabolismos bajos con desempeño fisico menor).
Por lo tanto de carne solo debemos comer lo que realmente necesitamos, ni más ni menos.
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