Volvimos a morder el polvo otra vez. Un error que cometemos por segunda ocasión nos produce un mal sabor de boca, y sobre todo, cuando la experiencia nos decía que pasaría de nuevo ¿Quién no ha pasado por esto en su vida? Es algo bastante común.
Aprendemos en muchas ocasiones empíricamente a desenvolvernos en nuestro entorno. Adquiriendo experiencia podemos conocer los resultados de diferentes acciones en situaciones diversas. Nuestro criterio se agudiza y disponemos de más información que podemos utilizar en problemas futuros. Muchas de las decisiones que tomaremos por lo tanto dependen de ese conocimiento, pero en algunas ocasiones preferimos dejar a un lado tales lecciones para intentarlo una vez más de manera diferente. Arriesgar un todo o nada para obtener un nuevo resultado. Investigadores del Howard Hughes Medical Institute's Janelia Research Campus demostraron que el cerebro es capaz de desconectarse momentáneamente de experiencias pasadas para probar un resultado al azar.
Nuestro cerebro organiza experiencias para tomar decisiones más efectivas. Esto parecería lo mejor. Si me enfrento a un examen de matemáticas mis experiencias pasadas como estudiar, el memorizar formulas o métodos y las pruebas presentadas con anterioridad me indicarían como resolverlo de la manera correcta; sin embargo, no en todas las situaciones es lo ideal. En el caso de un partido deportivo con un equipo rival el comportamiento aleatorio supondría una ventaja para confundirlos y evitar que deduzcan fácilmente nuestras estrategias (sobretodo si ellos conocen nuestro estilo de juego).
En nuevos entornos o situaciones la exploración es más constructiva que repetir patrones de pensamiento que funcionaron ante algo distinto. El cerebro es capaz de adaptarse. En una situación por demás obvia (o no tanto) como 1+1 se activan los recuerdos y ante el problema de cuál conjunto de ropa elegir para la cita de esta noche que no se haya visto antes, el pensamiento aleatorio surge.
Nuestros cerebros son capaces de lograr ese cambio gracias a la noreprinefrina, o también conocida como noradrenalina, que actúa en la corteza cingulada anterior. Incrementar la cantidad de norepinefrina en esa región desata la actividad aleatoria y su decremento favorece el pensamiento estratégico. Es por eso que en situaciones de estrés optamos por decisiones poco convencionales y basadas muchas veces en nuestras corazonadas. Un ambiente controlado y tranquilo nos permitiría concentrarnos para ser más estratégicos al abordar conflictos y elecciones (muy ideal para preparar una prueba o desarrollar un proyecto).
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